En este curso se profundizará en las técnicas hipnóticas que se dirigen al tratamiento de patologías orgánicas, además de confirmar la idoneidad de la hipnosis en el proceso terapéutico de las patologías mentales. Veremos pues cómo se puede utilizar el trance hipnótico para incidir en la función orgánica defectuosa y modificarla a fin de devolverla a la normalidad. Durante mi trayectoria profesional he probado, utilizado y comprobado la eficacia de diferentes protocolos hasta llegar a afinarlos y conseguir excelentes resultados.
También se insiste en la diferencia que existe entre un operador en estado Beta y otro que se haya aplicado la autohipnosis. Cuando el hipnólogo realiza su trabajo habiéndose situado él mismo en un estado hipnótico profundo, la sugestión que realiza sobre el sujeto se intensifica, y la eficacia se multiplica. También se precisa una gran capacidad de visualización en 3D, de forma que la representación mental del trabajo orgánico sea lo más similar posible a la realidad objetiva en el organismo del paciente. Si los dos, hipnólogo y sujeto, se encuentran en el mismo nivel de trance, se crea una conexión directa entre ellos que canaliza el objetivo del terapeuta hacia el inconsciente de la persona que está siendo tratada. Y cuanto más profundo es este nivel, más efectiva será la terapia.
Ahora bien, estas habilidades necesitan de una guía: la intención. El hipnólogo debe saber qué es lo que desea conseguir, a qué resultado quiere llegar, sin dudas ni imprecisiones. Ha de visualizar el estado deseado; para ello precisa comprender la función orgánica en la que está trabajando, qué deficiencias presenta debido a la patología del paciente y qué efecto hay que alcanzar para llegar a la curación. Si tu objetivo es claro, si la visualización es correcta y el estado autohipnótico profundo, es incluso posible prescindir de la sugestión verbal para efectuar el trabajo, porque el inconsciente del paciente va a colaborar contigo en la dirección que marque tu intención. En cualquier caso, la autohipnosis potenciará la sugestión verbal, la capacidad de visualización y la conexión entre operador y sujeto. Si el terapeuta vacila, duda de sí mismo o sus conocimientos son incompletos o confusos, el inconsciente del paciente sabrá de estas dudas y desconfiará, y se perderá el efecto terapéutico.